En la “Guerra Contra las Drogas”, los estadounidenses le venden armas a gobiernos y traficantes, mientras consumen más cocaína que nadie en el planeta. Ellos siguen ricos y arrebatados, los latinoamericanos siguen muriendo y sufriendo la desintegración social; Washington pone las armas, Latinoamérica la sangre, ellos ponen los cañones, nosotros la carne.
Desde el 2006, entre el Caribe, Centroamérica y México, esa “guerra”, mata una persona cada 20 minutos; cada inhalada representa un muerto. En cada nación anualmente mueren más que en las guerras de Irak, Afganistán y Siria combinadas.
Latinoamérica, además, transfiere miles millones de sus escuelas y hospitales a la industria armamentista para pelear la dichosa “guerra”. Los estadounidenses pueden seguir arrebatándose perfectamente sin derramar tanta sangre latinoamericana y crear tantos traumas.
La historia de Dania y el agente explica la esencia de las relaciones Norte-Sur: ellos tienen derecho a todo por nada. Aquí hay una lección: En Estados Unidos la prostitución es ilegal, en Cartagena es legal. Latinoamérica no replicó la “Ley Seca”. Si Washington quiere mantener las drogas ilegales que lo haga. Si Latinoamérica las descriminaliza y grava, los estadounidenses seguirán arrebatándose, salvaremos muchisimas vidas, aumentarán las recaudaciones fiscales, y tendremos dinero para abonar a la deuda social acumulada.
Esto sería posible si algún “líder” latinoamericano tuviera coraje y dignidad, como Dania demostró, cambiaría la historia, reclamando con firmeza lo que en justicia merecen sus pueblos.
J.C. Malone
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